Los bostezos
contagiados son aquellos que se inician de forma no involuntaria e
inmediata cuando se ve o se escucha a alguien que está bostezando.
El hecho de pensar o leer hace que necesitemos bostezar.
La
respuesta más lógica después del contagio involuntario de un
bostezo sería porque tiene alguna función bastante relevante que
nos favoreces hasta tal punto que otros de la misma especie la copien
sin querer. Por ejemplo, si bostezamos por aburrimiento, o por
cansancio, el aumento de oxígeno nos retoma al estado de alerta que
nos hace falta en ese momento, y contagiarlo puede ser bueno para lo
que nos rodean. Las evidencias de los experimentos parecen refutar
este estudio. Los estudios conductuales y las grabacions
electroencefalográficas de la actividad del cerebro antes de un
bostezo demuestran que los bostezos ocurren cuando se está de baja
vigilancia o adormecimiento, no se ve ningún cambio tras haberse
producido el bostezo.
La
asociación de los bostezos en estados de vigilancia y sueño, la
respiración, la sexualidad y la nutrición hace que se los considere
como una respuesta multifuncional en muchas especies.
Otros
investigadores ven en el caso de que los bostezos sean capaces de
contrarrestar aumentos transitorios de la temperatura cerebral y
corporal. Entre todas las explicaciones la más conciliadora sobre el
origen de los bostezos y por qué son contagiados se basa en que se
considera que el bostezo tiene una función social y comunicativa.
Un
60% de los humanos sanos no pueden evitar bostezar cuando ven a otra
persona bostezar. Quizás ni siquiera se dieron cuenta de de que ese
acto se interpreta como una expresión primitiva de pensamiento
social, aquello que llamamos empatía, que es una habilidad para
conseguir conducta motoras y emocionales con los otros, y que
explicaría de la formas más fácil el fenómeno de
contigiar los bostezos.
También
se conoce que la proximidad social que tenemos los humanos tiene que
ver con que los bostezos son más contagiasos entre dos individuos
fuertemente vinculados. A finales del 2012nvestigadores del
Departamento de Biología Evolutiva y Funcional de la Unicersidad de
Parma y el Museo de Historia Natural de Pisa demostraron
también en los bonobos la capacidad para responder a los bostezos de
sus semejantes.
Trabajo
realizado por: Inma Pérez y Carlota Cena
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