INTOXICADOS POR SU PROPIO CUERPO
Es
una enfermedad rarísima que le degenera todo el cuerpo, con
alrededor de 2.000 casos en todo el mundo. Cuanto antes se detecta
una enfermedad, antes se le pone freno. Especialmente en los casos
como en la mucopolisacaridosis de desgaste progresivo del sistema
nervioso, porque este apenas se puede regenerar. El diagnóstico
precoz es una de las dificultades más importantes de las
enfermedades raras, poco conocidas entre pediatras y que pueden
tardar años en ser detectadas. Cuanto antes se localice, menos se
habrá deteriorado el cuerpo y más eficaz será el tratamiento. La
mucopolisacaridosis confiere unas características físicas
peculiares: una cara con los rasgos duros desde una edad muy
temprana, manos en garra, raíz del pelo baja y labios y lengua
gruesos. Otras pistas pueden ser infecciones nasales muy frecuentes,
otitis repetidas, bazo e hígado más grandes de lo normal o alguna
operación temprana de hernia, entre otros. A los que llevan años
tratando estas enfermedades, les llama la atención enseguida. Para
el resto de pediatras, recomendaría empezar a sospechar ante
cualquiera de estos síntomas. No hace falta esperar a que se
manifiesten todos. Los lisosomas son como la central de procesado de
basuras de las células. Pero, como casi todos los componentes
celulares, no son algo fijo: se crean y destruyen según se
necesitan. Es la manera de optimizar el reducido espacio del
citoplasma. Por eso, si el proceso de su destrucción falla, aparecen
los problemas. Cada mes, cada persona que padece esta enfermedad
gasta unos 200 euros en fármacos. Una vez a la semana, tienen que
viajar al Hospital. Lo que les puede pasar es que se le pince la
médula a causa de la cifosis de sus vértebras, pero de momento allí
no se le acumulan lisosomas. La acumulación de lisosomas daña
órganos como el corazón y el cerebro. El tratamiento no es más que
uno de los obstáculos al que deben enfrentarse. Existe un único
tratamiento a base de inyecciones de eficacia limitada. La crisis ha
agravado esta situación. La lucha del día a día les permite
olvidar, al menos parcialmente, el mal pronóstico de los pacientes.
El momento más duro de la terapia llega cuando hay que decidir que
ya no vale la pena seguir con ella.
Miembros del grupo:
-Salvador CL
-David Espinosa de los Monteros
Bibliografía:
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/02/18/actualidad/1361209409_566184.html
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