
Un equipo de investigadores de la universidad australiana de Nueva
Gales del Sur acaba de publicar un estudio que confirma la veracidad
de una vieja leyenda maorí sobre la existencia, en Nueva Zelanda, de
un águila gigantesca y devoradora de hombres. La investigación
aparece esta semana en The Journal of Vertebrate Paleontology.
La llamaban Te Hokioi, se extinguió hace cerca de 1.000 años y
fue un depredador terrible. Era de color blanco y negro, con una
cresta roja sobre su cabeza y las puntas de las alas teñidas de
amarillo y verde. Esa es la descripción que Sir George Gray, uno de
los primeros gobernadores de Nueva Zelanda, hizo del águila mayor
que jamás haya existido. Los maoríes la respetaban y temían.
Viejas leyendas transmitidas oralmente hablan de raptos de seres
humanos y en el país abundan las pinturas del depredador en rocas y
cuevas. Ahora, y tras una nueva y extensa investigación, los
científicos creen que no se trata solo de una simple leyenda.
Su nombre científico es Harpagornis moorei y sus restos fueron
descubiertos por primera vez en un pantano neozelandés por Juluis
von Haast en 1870, motivo por el cual también se la conoce como
"águila de Haast". Sin embargo, por aquel entonces se
pensó que se trataba de un carroñero, ya que su estructura ósea
recordaba a la de un buitre, con capuchones sobre las fosas nasales
para que la carne no obturase sus vías respiratorias mientras se
alimentaba.
«Una máquina de matar»
Pero un nuevo examen de los restos con las técnicas más modernas
ha arrojado resultados bien distintos. Y eso fue lo que hizo un grupo
de investigadores del Museo de Canterbury y de la Universidad de
Nueva Gales del Sur. Las conclusiones fueron contundentes. El águila
de Haast podía asestar golpes mortales a presas mucho mayores que
ella, precipitándose desde el aire sobre sus víctimas a una
velocidad superior a los 80 km. por hora.
ALEJANDRO GARCÍA MONCAYO-EMILIO CALA ALGECIRAS
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